El jueves 10 de julio de 2014 será la última tarde que Lidia y Guillermo pasen juntos… Una novela de amor. No sólo una novela de amor.
- Tapa blanda: 102 páginas
- Editor: ACVF- La Vieja Factoría
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Lidia y Guillermo se citan en un apartamento de Madrid, donde pasarán su última tarde juntos Una novela de amor y sexo en una época opresiva.
El 10 de julio de 2014 será la última tarde que dos amantes, Lidia y Guillermo, pasen juntos. El miedo a la despedida y a la soledad, la celebración de lo vivido… Noticias del fin del mundo es el relato de sus encuentros, pero también el cuestionamiento de la identidad en una sociedad en descomposición. Esta novela breve se incorpora al ciclo de Novelas Plurales de José Marzo, junto a La alambrada, Olga y la ciudad y Actores sin papel.
La novela de José Marzo sobrecoge al lector por la naturalidad de sus escenas, de sus diálogos, por el profundo partido literario que el autor sabe sacar a los detalles nimios, cotidianos, ante los que pasamos de forma inadvertida. (A. Altrán. Leer reseña)
Una historia mínima, una historia que incluso me atrevería a calificar de modesta, cotidiana, la última tarde de una pareja de amantes, puede servir para construir un complejo armazón sobre el que mostrar con honestidad los miedos, los sueños, los fracasos, la vacuidad de toda una vida. (Carlos Manzano. Web del novelista)
Una novela de amor y de sexo. No sólo una novela de amor y de sexo.
El autor

–¿En qué estás pensando? –se atrevió por fin a preguntar Guillermo.
Lidia, con los ojos cerrados, negó ladeando levemente la cabeza.
–¿Seguro que no estás pensando en nada?
–No quiero pensar –respondió sin abrir los ojos–. Estoy cansada de pensar.
Ahora estaban los dos tumbados de lado con las rodillas dobladas, casi en posicion fetal, el uno frente al otro. Guillermo le acariciaba el lóbulo de la oreja; había pellizcado con los dedos un mechón rebelde de Lidia y lo había peinado hacia la nuca. Quiso besarla en la mejilla, y en los párpados, pero no se atrevió. No tanto por temor a contrariarla, como por no romper el semblante de niña que reposa. Sólo deseó que ella abriera los ojos, que abriera los ojos y, como en tantas otras ocasiones, lo mirara con expresión de fingida inocencia.
En esa misma postura, habían jugado muchas veces a adivinar el pensamiento del otro.
–¿Qué piensas? –preguntaba él.
–Adivínalo –le respondía ella.
–Piensas… piensas… que estamos de viaje.
–Sí.
–En un barco –aventuraba él.
–¿En cubierta o en el camarote? –le sugería Lidia.
–En la cubierta, al atardecer.
–No. Te he engañado –decía Lidia–. No estamos en un barco. Viajamos en camello por el desierto.
En precario equilibrio entre la confianza y la mentira, este juego de la imaginación siempre acababa haciéndolos reír.
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